Cómo funciona.
Como su nombre indica, detectan el efecto que producen los cristales al quebrarse tras un impacto. Muchos de los detectores que se comercializan actualmente funcionan de la siguiente manera: por un lado, detectan la frecuencia sonora característica de un cristal cuando se rompe mediante un sensor microfónico y, por otro lado, son capaces de detectar el cambio de presión que produce la deformación del cristal en la habitación donde está instalado mediante un sensor de presión. La situación de alarma se da cuando se detecta el cambio de presión por impacto y el sonido de la rotura del cristal.
Dónde se instala.
El lugar idóneo de instalación vendrá siempre indicado en el manual del fabricante, ya que según las diferentes características que pueda tener el detector la ubicación será diferente. Lo habitual es que se recomiende su instalación frente al cristal a proteger o en el techo, ya que tanto la presión como la expansión de las ondas sonoras tienen mayor potencia en estos lugares.
Se debe evitar instalar estos detectores cerca de ventiladores, motores y zonas metalicas, ya que se podrían producir falsas alarmas. Por otro lado, debemos tener en cuenta que el rango de detección se verá reducido o incluso anulado si se instala en ventanas o puertas que dispongan de cortinas que impidan la propagación del sonido. El rango de detección también varía en función del tamaño del cristal y vendrá definido en el manual de instalación del fabricante.
Para garantizar el correcto funcionamiento es imprescindible realizar pruebas de detección con las herramientas adecuadas. Para comprobar el sensor de presión suele ser suficiente con golpear el cristal con cuidado de no dañarlo ni lastimarnos y para probar el sensor microfónico existen probadores que generan el sonido característico de la rotura de un cristal.
Para completar la protección del perímetro interior utilizaremos los detectores inerciales o sísmicos, de los que hablaré en un próximo artículo.